viernes, 24 de febrero de 2012

¿Y cuando las evidencias de corrupción no son capaces de quitar el apoyo social?
El caso panameño


Esta semana tuve el placer de recibir una amiga de un gran amigo mío aquí en Salamanca. Este amigo ha cursado el máster conmigo en 2007-2008, y desde entonces mantenemos un buen contacto.

Como no sabía exactamente que tipo de persona esperar, preparé un itinerario turístico normal. Monumentos, curiosidades, leyendas salmantinas, y pinchos para cerrar el día. Fue una tarde muy placentera, y que resultó en  una buena charla sobre la política panameña actual. La chica esta trabaja junto a altos cargos del actual gobierno, y pudo darme una sinopsis bastante interesante y que me gustaría exponer aquí en el blog.

Según consta, Panamá tiene una historia un tanto peculiar si comparado a los demás países de Centroamérica. Contó con una dictadura militar que se ha prolongado en el tiempo, siendo que este período también ha dejado algunas ambigüedades, pues aunque se configurara como una verdadera dictadura, ha traído evidentes beneficios al país, como es el caso de los tratados sobre el Canal de Panamá firmados con Jimmy Carter, que ha reformado la anterior normativa y trajo nuevamente para los panameños los derechos sobre esta impresionante obra.

Además de esto, el país igual cuenta con una razonable calidad de vida, economía estable (el PIB prácticamente se ha duplicado entre 2003 y 2009), aunque todavía tenga problemas sociales. En pocas palabras: no se iguala a sus vecinos en la región.

Sin embargo, las elecciones de 2009 vinieron quizás a cambiar toda esta prosperidad democrática. Ricardo Martinelli, actual presidente con 60,3% de los votos, fue elegido tras una derrota en las elecciones de 2004. Es empresario conocido, propietario de una gran red de supermercados (la Super 99), juntamente con otras empresas en diversos ramos. Ya participaba en el gobierno de 1999, y no tardó para entrar en la vida pública directamente al cargo de Presidente. Su elección fue marcada por alianzas relativamente inestables entre los partidos, que ante una oposición fragmentada, alcanzó el éxito en las urnas con cierta facilidad. A la vez, la campaña electoral fue caracterizada por la fuerte presencia de los medios, con mensajes que atacaban sus adversarios, juntamente con algunos escándalos políticos, como se puede citar el caso de David Murcia Guzmán, también involucrando el candidato opositor, Balbina Herrera.

Superada la fase de las urnas, el gobierno Martinelli fue destacándose por los nítidos beneficios que son concedidos a la población. especialmente los más desfavorecidos. Con todo, esto viene acompañado por los evidentes intentos de hacer que las instituciones públicas funcionaran bajo su control. No más ha empezado a ejercer su mandato, ha providenciado la renovación de la Corte Suprema, como también ha nombrado gente de su confianza en sectores claves, como la Fiscalía General y la Controladoría de la República. Actitudes sospechosas ante la democracia.

Además de esto, las amenazas a la prensa se han vuelto constantes, y las sospechas de la mal uso de la Administración Pública a su favor hacen que cada vez más su imagen esté vinculada a hechos corruptivos. La vía de la reelección sigue en abierto, aunque el Presidente ya haya declarado que no tiene la intención de candidatarse otra vez, habiendo registrado dicha declaración ante notarios no hace muchos días.

Los beneficios a la población son de naturaleza diversificada: portátiles para los estudiantes, acompañados de pequeños valores para otros gastos con libros, etc. También cuenta con pensiones para mayores y otros tantos que generan un gasto público importante, pero que parece no preocupar al gobierno, considerando el largo apoyo social que tiene. Como si no fuera suficiente, el Presidente busca desarrollar el país con obras de infraestructura indispensables a cualquier nación, como el metro en la capital, proyectos de hidroeléctricas y minas de extracción de minerales, que a la vez vienen paralelamente a la falta de consulta popular, al conflicto en áreas indígenas, al agravamiento del problema del narcotráfico, y con la represión policial, que no podría faltar.

Está claro que Martinelli ha adoptado la tendencia populista de gobernar a Panamá que se expande por América Latina. Pero por más que haya puesto su sello en la generación de lo que parece una crisis institucional, el pueblo tampoco se muestra muy dispuesto a castigarlo. Al revés, parece que el Presidente cuenta con apoyo social suficiente para continuar el el gobierno en 2014.

No es posible prever lo que ocurrirá en Panamá hasta que se vean los resultados de las elecciones de 2014. Tampoco se puede afirmar absolutamente sobre la real existencia de hechos corruptivos involucrando la persona del Presidente. Pero la corrupción tiene este origen gris y que, por la experiencia, quizás no sería demasiado afirmar que, "donde hay humo, hay fuego".

Aquí cabe la reflexión: ¿Existe corrupción buena para la sociedad? ¿Aunque esta cueste la propia democracia?

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