lunes, 23 de abril de 2012

Às vezes é bom a gente ver como nós somos vistos pelos estrangeiros que vivem no nosso país...

Me surpreendi muito com a leitura de um artigo em um blog do jornal El País da Espanha, onde Juan Arias trata de maneira muito clara e objetiva algo que para nós, brasileiros, nao é de todo claro..

Está em espanhol, mas se entende muito bem.
______________________


¿Son los brasileños individualistas?

Por:  14 de abril de 2012
En el post de mi blog de ayer  “Lo que le falta a Brasil para ser Brasil”, los lectores abrieron un interesante y apasionado debate de ideas. Una de ellas me llamó particularmente la atención: la crítica al “individualismo” de los brasileños.  Me impresionó porque en los 14 años que llevo en Brasil mi experiencia, al revés, es que los brasileños son, por ejemplo, mucho menos individualistas que nosotros los españoles y más solidarios en general.

Quizás se haya tratado de una palabra que encierra un sofisma. En verdad, leyendo atentamente los comentarios, lo que los lectores critican como individualismo, se refiera más al plano social y cívico que al personal.

Lo que he querido entender es que se critica a los brasileños la poca participación ciudadana en las protestas, por ejemplo, contra la corrupción política o empresarial, o contra las grandes desigualdades sociales o sobre la enorme carga tributaria que pesa sobre ellos, una de las mayores del mundo que se come cuatro meses de sueldo de los trabajadores.

O bien contra la precariedad de los servicios públicos y de las grandes fallas en la sanidad y en la educación, o contra la violencia urbana. En Rio, la mujer del empresario Erik Batista, uno de los siete más ricos del mundo, cuenta que no debe haber en la ciudad nadie que o él o un familiar o amigo no haya sido asaltado alguna vez. Algunos hasta varias veces. Lo mismo ocurre en Saõ Paulo o en las otras grandes metrópolis del país.

Existen muchas explicaciones para esta especie de “apatía” ciudadana. Algunos la achacan a que en Brasil la gran popularidad de Lula y sus conquistas sociales primero y ahora de Dilma se han tragado a la oposición, incapaz de reaccionar. Los mismos sindicatos están ya incrustados en el gobierno y en el Estado y el Partido de los Trabajadores que cuando estaba en la oposición movilizaba a las asociaciones sociales para sacar hasta un millón de gente a la calle, hoy está en el gobierno.
Otra de las explicaciones es que los brasileños se sienten de alguna forma impotentes a protestar contra el gobierno cuando la misma oposición política no lo hace y cuando las encuestan revelan que el 71% de los ciudadanos tiene la sensación si verdadera o inducida por la propaganda no puedo saberlo- de que han mejorado de vida y que sus hijos van aún a mejorar más.
O bien que el brasileño, por índole e idiosincrasia no es peleón como el argentino o el español. Basta recordar que acabada la Dictadura militar hubo un acuerdo entre los dos bandos para olvidar el pasado y pactaron en la Constitución una ley de amnistía que impide hoy juzgar a los torturadores de entonces.

Existe además en Brasil la tradición de los coroneles, de los grandes señores o políticos que dominaban una región que eran al mismo tiempo como los grandes mecenas de los pobres, por lo que no se sentían con fuerzas para protestar contra ellos. Procuraban, al revés, sacarles el mayor provecho posible. Era una especie de restos de la esclavitud.

El brasileño es al mismo tiempo consciente de esta su falta de reacción ciudadana contra la corrupción y peor aún, contra la impunidad hacia los corruptos. Quedó claro cuando el diario O Globo, publicó un artículo mío de Opinión en este diario titulado “Por qué en Brasil no hay indignados”. Puedo asegurar que ningún otro articulo en mi ya larga carrera periodística, tuvo mayor eco en el resto de la prensa, en la radio y en la televisión. En Globo News, William Waack dedicó al artículo su programa semanal de debate de política nacional e internacional a discutir el artículo. Y las redes sociales explotaron de comentarios durante semanas enteras.

En aquel artículo me preguntaba cómo era posible que en Brasil los gais sacaran, por ejemplo, a la calle en São Paulo o Rio hasta a dos millones de personas así como los evangélicos en el día de Jesús o los defensores de la marijuana y nadie se preocupase de protestar contra la corrupción política, por ejemplo.

Puedo asegurar que no tuve ni un solo comentario negativo contra el artículo. Al revés, se subrayó el hecho de que hubiese sido un periodista extranjero el que colocara el dedo en la llaga y hasta se creó, aunque tímidamente, el Movimiento de losindignados contra la corrupción que lo máximo que consiguió fue reunir a través de las redes sociales, a 30.000 en Brasilia. Ni siquiera adhirió el Movimiento Estudiantil, generalmente activo en todos los movimientos de Indignados del mundo, porque en Brasil el movimiento recibe grandes subvenciones del gobierno y declararon que no tenían ningún motivo para protestar.
Si era a esta especie de ‘apatía” o “impotencia” política y social a lo que se referían mis lectores cuando criticaban el “individualismo” de los brasileños, sin duda tiene razón. Otra cosa es el individualismo personal. En Brasil, por ejemplo, es imposible sentirse sólo y si a alguien le ocurre algo en la calle he sido testigo muchas veces de ellos hasta en plena Copacabana en Rio- enseguida se reúne una docena de personas con su móviles dispuestas a ayudar. Si lo negase estaría siendo injusto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario